INTERNACIONALES
María Emilia Gelmi: "La verdadera revolución es crear alianzas y apoyarnos mutuamente"
Trabajó durante dos años y medio con la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, con temas de justicia transicional, género y seguridad en los departamentos de Meta y Antioquia y, con organizaci...
Trabajó durante dos años y medio con la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, con temas de justicia transicional, género y seguridad en los departamentos de Meta y Antioquia y, con organizaciones como Refugio Humanitario Argentina, Manos Abiertas y Youth for Development (Líbano), en iniciativas de protección de personas refugiadas, género y migraciones forzadas. También desarrolló proyectos de investigación y asesoramiento para organizaciones de Sudáfrica y Bolivia sobre derechos humanos y cambio climático, con un enfoque especial en mujeres, paz y seguridad.
Ha publicado artículos sobre justicia ambiental y género, y cuenta con certificaciones internacionales en derechos humanos, respuesta humanitaria, análisis de datos y sistemas de información geográfica. Su trayectoria combina trabajo institucional, acompañamiento en terreno y activismo por los derechos de las personas más vulnerables, particularmente mujeres, víctimas de conflictos armados y personas en situación de movilidad.
V y M: ¿Cómo llegaste al mundo del derecho internacional? ¿Cómo fue tu primer contacto con el trabajo en terreno?
Emilia: Soy correntina (Arg.), estudié en la universidad pública y desde muy temprano supe que el derecho internacional me interesaba profundamente. Siempre sentí que, para llegar a donde estoy, tuve que enfrentar muchos obstáculos porque no tenía acceso a información, formación ni a espacios que me acercaran a ese mundo. Tampoco tenía compañeras ni personas cercanas con intereses similares, así que muchas veces sentí que estaba buscando sola el camino para acercarme al ámbito internacional.
Cuando terminé la carrera, me fui al Líbano a hacer un voluntariado. Era fines de 2016, un momento muy crítico por la guerra en Siria. Conté con el apoyo total de mi familia, y eso fue fundamental para sentirme acompañada en esa elección que, aunque poco común, tenía mucho sentido para mí. Desde entonces, nunca me alejé de este campo. Siempre busqué formas de conectarme con personas que estuvieran trabajando en lo que me interesaba, primero en Corrientes y Chaco, y después en Buenos Aires, donde encontré un trabajo que me permitió expandirme profesionalmente en lo que buscaba.
En el camino, hice muchos otros trabajos que no estaban directamente relacionados con el derecho internacional, pero que me dieron herramientas clave. Gracias a eso, hoy puedo cumplir múltiples funciones, la verdad es que no me considero solamente abogada, también tengo experiencia en monitoreo de derechos humanos en terreno, elaboración de informes políticos, planificación de misiones, logística, manejo de equipos y búsqueda de fondos. Haber comenzado en organizaciones sociales me permitió desarrollar una mirada amplia y muy práctica, y eso es algo que valoro mucho de mi recorrido.
V y M: Las mujeres se enfrentan con barreras socioculturales en muchos ámbitos, pero, en específico, ¿Cuáles son las dificultades que crees, enfrentan las mujeres en el ámbito del derecho internacional?
Emilia: Las mujeres enfrentamos desafíos estructurales en todos los ámbitos laborales, pero en el derecho internacional hay obstáculos específicos que, en mi experiencia, son especialmente complejos. Hoy, a los 30 años, me hacés esta pregunta y te digo que lo más injusto es que la etapa de mayor crecimiento y expansión profesional suele coincidir con el momento en que una empieza a pensar en la maternidad, si es que lo desea. La biología y los ritmos institucionales rara vez están alineados, y eso nos obliga muchas veces a postergar o renunciar a decisiones personales clave.
Si me lo preguntabas hace cinco años, te habría dicho que uno de los mayores desafíos era que no me tomaran en serio por ser jóven y mujer. Esa combinación, en espacios históricamente liderados por hombres mayores, sigue siendo difícil de atravesar.
En mi caso, trabajar en equipos interdisciplinarios civiles-militares siendo mujer, y además joven, fue un reto importante. Especialmente cuando tuve que liderar por primera vez un equipo compuesto por un contingente militar. En ámbitos como el de la seguridad o la investigación, que siguen siendo profundamente masculinos, sentí que no había espacio para mostrar rasgos femeninos o una forma distinta de liderar. Me vi obligada a adaptarme, a volverme más directa, más seria, a adquirir un estilo más rígido para ser respetada.
Además, las condiciones de muchas misiones en terreno, particularmente en oficinas non-family, implican una renuncia o postergación del proyecto familiar, y los espacios en oficinas family duty stations son limitados. Esto te obliga, en algún momento de la carrera, a considerar dejar todo si querés priorizar la vida personal.
A eso se suman los riesgos específicos que enfrentamos las mujeres al trabajar en contextos de conflicto. Al igual que las mujeres que son víctimas en esas situaciones, nos enfrentamos a peligros que a menudo ni los hombres consideran. Debemos tener precauciones adicionales en las misiones, especialmente si ocurre una situación de inseguridad. La violencia sexual y el abuso son amenazas reales.
Y, por último quiero mencionar que el techo de cristal sigue presente en muchas áreas del derecho internacional, todavía existen espacios de decisión y liderazgo a los que resulta extremadamente difícil acceder para las mujeres.
V y M: Trabajaste en un campo de refugiados en el Líbano ¿Cómo llegaste hasta allí? ¿Qué consejo práctico le darías a una mujer que quiere postularse para trabajar en el terreno, específicamente en el trabajo con personas refugiadas y migrantes?
Emilia: A los 22 años, decidí ir como voluntaria al Líbano con una ONG que trabajaba dentro de un campo de refugiados, con sedes en Beirut y Sidón. Mi consejo para todas aquellas personas que quieren seguir este camino siempre es el mismo: nadie va a buscar oportunidades por vos. Una tiene que tomar la iniciativa y definir qué es lo que realmente quiere hacer. Yo sabía que quería vivir esa experiencia, y no me detuve a esperar la oportunidad de trabajar con la organización más grande o conocida. Si lo que se busca es trabajar en el terreno, hay muchas opciones disponibles.
Recomiendo buscar organizaciones locales que trabajen con los temas que más interesan, ya sea relacionado con personas refugiadas, investigaciones o ayuda humanitaria. Contactar directamente con estas organizaciones puede ser clave para encontrar lo que mejor se ajuste a lo que uno quiere o puede hacer. Es recomendable elegir una organización que reciba voluntarios de manera regular, si ese es el enfoque de lo que se busca.
En el caso de los refugiados y migrantes, en Argentina existen muchas organizaciones que abordan estos temas. Por ejemplo, yo trabajé en Manos Abiertas, una ONG que tiene entre muchos otros proyectos, un programa de apoyo a refugiados y en el que participé en espacios de respuestas migratorias regionales. Creo que hay una gran cantidad de opciones, incluso dentro del país, para comenzar a adquirir experiencia en estos temas.
V y M: También has sido parte de la Misión de Verificación de Naciones Unidas en Colombia y actualmente sos Visitante Profesional en la Corte Penal Internacional ¿Qué consejo le darías a una mujer que está iniciándose en el mundo del derecho penal internacional y la justicia transicional?
Emilia: Mi experiencia en Colombia me permitió entrar en el mundo de una organización tan grande como Naciones Unidas, lo que me dio un respaldo institucional. Pero, en realidad, yo lo veo como el resultado de lo que vengo haciendo desde mis primeros años en la universidad. Siempre trato de medir el impacto de mi trabajo por lo que logro con mis acciones, y no tanto por las organizaciones en las que estoy.
Si una mujer está empezando en este mundo, le diría que se enfoque en lo que realmente quiere. Si se tiene en claro un tema, una región o un conflicto específico que interesa, eso está perfecto, y hay que trabajar para acercarse a eso. Pero también es importante tener paciencia y saber que pocas personas logran empezar con un objetivo tan claro y alcanzarlo de inmediato. Adquirir experiencia, sin importar en qué etapa estés, siempre es valioso.
Como mujeres, nos toca muchas veces demostrar más que los hombres, tenemos que mostrar que somos capaces, que estamos dispuestas y comprometidas, que no estamos “locas” por tener metas ambiciosas. Y, personalmente, creo que la verdadera lucha está en ganarnos nuestro espacio y, sobre todo, apoyarnos entre nosotras. La verdadera revolución es crear alianzas y apoyarnos mutuamente.
V y M: ¿Qué podés contarnos sobre la experiencia en tribunales comparada con la experiencia en el terreno?
Emilia: Mi experiencia trabajando en la Misión de Verificación de la ONU en Colombia en el marco de la justicia transicional, comparada con mi rol en la Corte Penal Internacional, específicamente en el Fondo Fiduciario para las Víctimas, me permitió observar contrastes significativos entre el enfoque teórico y práctico del derecho internacional penal. Durante mi tiempo en la Misión, tuve la oportunidad de ver de cerca los procesos de implementación de los TOARs y el impacto de la justicia transicional en las comunidades afectadas por el conflicto. En la CPI, pude explorar con mayor profundidad el marco normativo del Estatuto de Roma, particularmente en cuanto a cómo las reparaciones se consideran dentro de este contexto. La interacción entre los procesos judiciales y las iniciativas comunitarias es esencial para comprender cómo las reparaciones pueden ser implementadas de manera integral.
El derecho de las víctimas a la reparación es un tema fundamental que, para mi, aún necesita ser debatido con mayor profundidad dentro del derecho penal internacional. Si bien el marco del Estatuto de Roma establece los principios básicos, considero que aún existe una falta de consenso académico en torno a la definición y alcance de este derecho. En particular, la cuestión de quién debe financiar estas reparaciones ,ya sea el Estado, la comunidad internacional o las organizaciones internacionales, sigue siendo un punto de debate. Además, las tensiones entre las normativas de justicia internacional y las realidades locales complican la implementación efectiva de las reparaciones, lo que señala una crisis en la aplicación práctica de estos derechos.
Por otro lado, aunque el derecho internacional enfrenta desafíos significativos, como la falta de mecanismos efectivos para hacer cumplir las reparaciones, también creo que es un campo que necesita adaptarse a la realidad contemporánea. La justicia transicional, por ejemplo, ha demostrado ser una herramienta crucial en los procesos de paz y en la reconstrucción de sociedades post-conflicto. La búsqueda de la verdad y la memoria es esencial para las comunidades más afectadas, y la reparación de las víctimas debe ser un componente central de este proceso.
Soy una firme defensora de la justicia transicional, ya que fui testigo del impacto positivo que estos procesos tienen no solo en la reconciliación, sino también en el fortalecimiento del Estado de derecho; y creo profundamente que las víctimas tienen un derecho inalienable a ser reparadas, y que la justicia no se limita únicamente al castigo de los responsables, sino que también incluye la reparación integral de quienes han sufrido las consecuencias de las violaciones a los derechos humanos. En este sentido, mi compromiso con la justicia transicional es una convicción personal y profesional que guía mi trabajo y mi dedicación a la construcción de un mundo más justo y equitativo.
V y M: ¿Cuál es el caso o situación en la que más has disfrutado intervenir?
Emilia: No sé si la palabra sea “disfrutar”, porque muchas veces trabajamos con temas muy sensibles, acompañando a personas que atraviesan mucho dolor. Pero sí puedo decir que me apasiona profundamente lo que hago, y que estar en el terreno o involucrada en procesos con un propósito tan significativo me regaló momentos muy valiosos. Son esos momentos que te reconectan con el sentido de tu trabajo, que te reafirman que estás en el lugar correcto. Por cuestiones institucionales no puedo señalar ningún caso particular, pero llevo muy presentes varios espacios de reconciliación y de construcción de memoria con víctimas, donde se siente de manera muy concreta el impacto del trabajo.
V y M: ¿Tenés alguna experiencia personal con mentoras o mujeres que la hayan inspirado y que quieras comentar con nosotras?
Emilia: Desde que comencé mi camino profesional casi siempre tuve supervisoras mujeres. Y todas, de una forma u otra, se convirtieron en mentoras para mí. Podría nombrarlas una por una, y hasta me parece injusto elegir solo algunas historias. Pero hay dos experiencias que quiero compartir.
La primera fue con mi tutora de tesis en la maestría de la UTDT, Hayley Stevenson. En una devolución me escribió que tenía una voz “muy mía” al escribir, y que eso le parecía refrescante. Ese comentario, en un momento en que me sentía llena de inseguridades, me dio una enorme confianza. Me ayudó a creer en mi forma de pensar, analizar y escribir. Me marcó profundamente.
La segunda fue con una mujer que da mucho orgullo que sea argentina y ocupe un rol tan relevante a nivel internacional: Daniela Marelli. La conocí cuando era más joven, en una diplomatura. Aunque no me conocía, se tomó el tiempo de compartir información clave sobre cursos, espacios en los que podía participar y me dio consejos fundamentales. Todo de forma completamente desinteresada. Siempre nos mantuvimos en contacto y su acompañamiento me marcó mucho, porque fue tanto profesional como humano. Me enseñó, con el ejemplo, a vincularme con otras mujeres desde el apoyo, no desde la competencia.
En distintos trabajos también tuve jefas que confiaron en mí desde el primer día y me impulsaron a crecer. También entre colegas mujeres encontré espacios valiosos para compartir dudas, miedos, logros y reflexiones. Hablar entre nosotras, desde nuestra mirada, hace una diferencia enorme, sobre todo en momentos de cansancio o incertidumbre.
Las mujeres latinoamericanas que luchan por los derechos humanos y la justicia, que ocupan roles en el mundo del derecho internacional en contextos tan complejos y con tan poco reconocimiento, me inspiran profundamente. Son ellas quienes han abierto caminos para que hoy podamos estar donde estamos. Su legado es testimonio de una construcción colectiva.
V y M: Una frase que nos quieras compartir
Emilia: Construí tu camino con todo lo que eso implica. Rodéate de personas que compartan tus intereses, busca espacios que te den energía cuando te sientas cansada y forma parte de lugares que te desafíen a crecer. Inscribite en cursos que amplíen tu visión, intenta acercarte a espacios que te inspiren, porque aunque creas que tengas una pasión muy loca o fuera de lo común, te aseguro hay alguien más que la comparte. Armá tu propio mapa de ideas, volvéte una apasionada de lo que hacés. Al final, lo que elijas hoy es lo que te va a acompañar toda la vida.
Fuente: Mayra Scaramutti y Victoria Issin
- Fecha 05.06.2025
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