La música de fondo de tu vida

Las canciones como motor para los mejores recuerdos

En inglés estaba la canción del arcoíris que iba mencionando los colores uno a uno y que sorprendentemente tenía la misma melodía que la otra canción, la original, la de las estrellitas que brill...

En inglés estaba la canción del arcoíris que iba mencionando los colores uno a uno y que sorprendentemente tenía la misma melodía que la otra canción, la original, la de las estrellitas que brillaban en el cielo como diamantes. Algo parecido a lo que sucedía con el feliz cumpleaños y el payaso Plin Plin en castellano. Las recuerdo junto a una sensación pastosa de manos llenas de témpera dejando impresiones sobre hojas de papel y el gusto de galletitas que hacían muchas migas en el fondo de una bolsita de tela con mi nombre.

Mi favorita era la de la oveja negra de nombre Bah Bah a la que le preguntábamos si tenía lana para ofrecer. Tres bolsas llenas, contestaba: una para mi amo, otra para la dama y una para ese niño que vive al final de la calle. Y después vino, por supuesto, el doctor manejando el cuatrimotorrr en Canciones para mirar, de María Elena Walsh. El disco tenía un payaso en la tapa y yo sabía colocarlo perfectamente en un tocadiscos con mucho cuidado de no rayarlo o romper la púa.

Después vinieron años de caseteras y el milagro de los casetes vírgenes en los que, después de horas de paciente espera pegada a la radio, podía, con habilidad ensayada, apretar en sincronicidad las teclas PLAY REC y grabar mis canciones favoritas. ¿Para qué? Para escucharlas hasta el hartazgo y anotar las letras cuidadosamente en un cuaderno anillado. Cada una, una enorme conquista.

Más tarde ya compraría mis propios casetes con un gusto ecléctico entre Billy Joel, Alan Parsons Project, The Cure y The Beatles… Pero antes había estado el año en que no se podía escuchar música en inglés por Malvinas; entonces cantábamos Yendo de la cama al living y No bombardeen Buenos Aires, las que escuchaban los hermanos más grandes de mis amigas. Nosotras teníamos doce. De esas también nos sabíamos las letras.

Si querés escucharé a la BBC

Aunque quieras que lo hagamos de noche

Y si quieres darme un beso alguna vez

Es posible que me suba a tu coche

¡Pero no bombardeen Buenos Aires!

Seguramente no sabía bien en qué consistía eso de “hacerlo de noche”, pero me daba miedo la parte de que bombardeasen Buenos Aires y no lo decía, pero secretamente temía que en algún momento mi padre tuviese que ir a la guerra, sin darme cuenta de que ya era demasiado grande para algo así.

Tengo el recuerdo de un cumpleaños en un octavo piso, bailándola solas, con las luces apagadas, en un living iluminado por los destellos que venían de la avenida Figueroa Alcorta. Me sentía canchera y grande. Esa misma tarde habíamos patinado por la vereda de ATC y mi madre había preguntado quién nos cruzaría enfrente. Yo venía de un barrio casi sin autos y a ella le preocupaba el tráfico. Tenía unos patines con botita azules y amarillos que a diferencia de los de metal con ruedas naranjas que se ataban a las zapatillas no hacían nada de ruido y menos sobre la vereda lisa de ATC. Cuando me pegaba el viento en la cara me sentía la chica de Castillos de hielo que daba giros en el medio de la pista. Y por supuesto suena en mi cabeza de fondo la música del final de la película.

La música tiene la habilidad de reconectarnos emocionalmente con aspectos positivos del pasado

La música tiene la habilidad de reconectarnos emocionalmente con aspectos positivos del pasado

El departamento de música de la Universidad de Durham en el Reino Unido hizo en 2023 un estudio sobre la función de la música como referencia para la memoria y descubrieron la importancia de la naturaleza emocional de una pieza a la hora de evocarla. Una canción puede transportarnos inmediatamente al lugar en el que estábamos cuando la escuchamos, revelar con quién estábamos y a todos los sentimientos que asociamos a ese recuerdo. A esto se lo conoce como memoria autobiográfica evocada por la música y es una experiencia común. No hay esfuerzo por intentar recordar, los recuerdos vienen espontáneamente y de forma involuntaria. Cuanto más familiar la música, más recuerdos evoca y con mayor espontaneidad.

Otros estudios se enfocan en el cómo y el por qué. Se expuso a un grupo al estímulo a través de palabras y música con connotaciones negativas y positivas en ambos casos. La primera conclusión fue que, a diferencia de las palabras, la música evocaba más recuerdos positivos (sin importar cuan triste o negativa fuera). Parecería que la música tiene la habilidad de reconectarnos emocionalmente con aspectos positivos del pasado y de ahí el interés en su uso terapéutico.

¿Y por qué la música evoca más recuerdos que una película o un libro? Una posibilidad es la forma en que volvemos a involucrarnos con determinada canción a través de nuestra vida y las situaciones en que lo hacemos. La memoria involuntaria suele darse durante actividades en las que la mente está libre, donde podemos entregarnos a pensamientos sin rumbo que nos llevan al pasado y activando recuerdos y las emociones ligadas a ellos.

Bajo dormida la escalera al living de mi casa. Mis padres habían invitado amigos a comer pero todos parecen haberse ido. Solo quedan ellos dos. Bailan abrazados en el living. Never, Never, never, de Shirley Bassey. La italiana Mina hizo la primera versión, Grande, grande, grande. Es más dramática, es distinta. Está en mi playlist italiana, por supuesto. Y cada vez que la escucho veo a mis padres bailando.

Por Carola Gil

FUENTE:LA NACIÓN

  • Fecha 15.06.2025
  • Sección Generales
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